des-colonización



Tengo todo en claro,
ya sé que es lo que hay que hacer.
Se, también, todo lo que puedo dar
y que, lo que a veces los demás dicen,
no necesariamente tiene que ver conmigo.
Afirme la idea, por fin,
de que en realidad solo yo
puedo decidir qué es lo que tiene que ver y que no,
cuales son mis límites,
cuales son mis definiciones,
cual es mi identidad.
La mirada del otro, no es la correcta.
El silencio de mis papás,
las afirmaciones rígidas de mis hermanas,
y tus opiniones ásperas,
nada tienen que ver conmigo.
Y la gran pelea que tengo que animarme a enfrentar
es dejar de correr detrás de vos, porque eso solo hace que me aleje cada vez más de mí.

Un día me desperté
y gané la batalla.
No es que haya dejado de ser insegura
pero no permito más que me ataquen con eso,
que lo usen en mi contra,
suficiente tengo ya conmigo misma.
Yo ya soy el juez que necesito para hacer las cosas bien.
Quién sabe cuáles son mis esfuerzos
quién sabe cuáles son mis premios.
Es algo que esta solo conmigo
y no puedo esperar que alguien me reconozca.
No tengo tiempo para eso,
porque tal vez jamás suceda.
 Y no porque no suceda signifique que no este
comiéndome el mundo,
a mi manera,
a mi tiempo,
con mi mundana inteligencia.
Yo sé todo esto, me lo repito cada vez que me miro al espejo
con los ojos rojos de tanto llorar.
Ya no me asusta que te enojes,
como un día no me asusto más que mi hermana se enoje,
como cuando un día me enfrenté y le dije a mi viejo que a mí no me iba a pegar.

La rebelión es necesaria,
para una persona como yo.
Pero viví envuelta en relaciones de mierda,
donde siempre quienes me atacaron
fueron quienes me amaron.
El logro de quienes me aman
es que lo hacen a pesar de que me odian.
Y esa maldita dicotomía
es la que me condeno la mayoría de las veces.
La acidez y maldad de las personas se despiertan vorazmente
cuando encuentran una persona como yo,
que cree que la palabra del otro tiene más valor que la de uno mismo,
que cree que es una mierda y que toda esa agresividad se la merece,
que no te defendes porque corresponde dejar que el otro se exprese.
Si no me quiero no me sorprende que los demás tampoco me quieran.

Me acuerdo cuando en la primaria me hacían bullying,
que mis papás me decían que eso era porque yo no me defendía,
y tal vez hoy entienda un poco más a que se referían
o, mejor dicho, tengo un poco más en claro qué es defenderse,
porque antes, cuando era chica, esa frase solo era una frase.

No había contenido,
no había un instructivo.
Estaba sola recibiendo el dolor de los demás
sin saber qué hacer para levantar muros que me protejan.

Soy una persona esponja.
Quienes me rodean invisten en mí sus frustraciones.
Yo absorbo, todo el tiempo.
Después lloro, por mí y por ellos.
Ese es mi ciclo de vida.
Tal vez por eso soy tan funcional,
qué mejor que tener alguien al lado que llore por uno mismo,
cuántas angustias se han ahorrado al depositar en mi toda su mierda.

Un día me desperté y todo esto se volvió una regla,
una regla que hay que romper,
y la rompo en ese mismo momento,
y no permito que nadie más me use de basurero.
Ese día es inevitable,
pero no es hoy.
Ese día me genera un miedo atemorizante
porque es el día que me voy a quedar sin vos.

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