Una mañana al despertar el sol atravesaba las ventanas entrecerradas y la aguja del reloj marcaba la hora de llegada de tu amor. Mis respiros estaban hartos de respirar en vano, pero con los minutos el dia pasaba y cada vez se aproximaba más tu llegada. Mis ojos hirritados de no llorar por nadie se humedezieron al verte; Tu llevabas esima un equipaje justo y limitado, un amor apasionado. Y tu sonrisa alimentaba mi hambre de hace años.

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