Holding hands

Me gusta la suavidad de tus manos al tocarme, y los besos intensos por la mañana. Me gusta tu voz con sus increíbles peculiaridades, y esa extraña forma de ver la vida. Ajena, distinta, pero tuya.
Me gusta que me gustas cada vez mas y me gusta que todo eso no deje de tener ese gusto a misterio. Mis sentimientos por vos tienen una incógnita misteriosa y atractiva como bandera. Y eso me lleva, y me trae, en un vals romántico y químico. Impecable.
Me gusta como te acercas a mi y como me susurras las cosas mas asombrosas que me harías. Me gusta como me las haces. Y subir peldaño a peldaño en placeres que no me permitís que me los ahorre. Con vos esta todo, y nada de ser tacaño.
Me gusta que cunado estoy en terca, accedas y me leas un cuento. Me gusta como lees, suave, con las pausas correctas. Ahí entendí que no cualquiera sabe leer en voz alta, que hay que comprometerse con cada palabra, con el mensaje.
Me gustan tus manos. Cuando tocan la guitarra, cuando se posan sobre mi cuerpo. Me gusta el recuerdo de la primera vez que entrelazamos los dedos. Ya habíamos recorrido todos nuestros cuerpos varias veces. Nos habíamos besado, nos habíamos dado orgasmos. Pero nuestras manos se evadían. Un simple roce era asumir un sentimiento del cual no estábamos preparados. Cosa extraña, el simbolismo de las manos. Cosa maravillosa, lo que sentí cuando, por fin, acostados, nos dejamos llevar y dedo por dedo nos fuimos agarrando. Y dentro explote.
Me gustan los recuerdos, decía. Ironía que justo vos tengas tan mala memoria.

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