Desarmando proximidades.
¿Para qué hacernos los fuertes y los insensibles ante los ojos de los demás? Si acaso todos tenemos dentro cosas que nos hacen doler.
Perdemos tiempo tratando de aparentar ser personas "estables" "fuertes", y así la bola de cosas se hace más grande y nos termina por oprimir el pecho.
Es inevitable vivir sin sufrir. Y resulta necesario comprender que eso no tiene nada de malo. Sufrir nos hace aprender, nos hace más humanos (*)
Contar nuestros padecimientos a los demás nos da la posibilidad de que tal vez algo allí suceda. Una palabra, una caricia, una mirada. Mientras que hacernos los fuertes nos aleja del corazón de las personas que nos rodean. Al abrirnos ante los demás, nos damos lugar a que algo de aquello que nos pasa se sacuda. Mantener inmutable nuestro dolor es, a mi parecer, uno de los peores padecimientos.
El diálogo es movilizante. Y por terror muchas personas no se exponen a decir y a escuchar. Porque escuchar también es un acto muy interesante. Es estar abierto a percibir la diferencia en las palabras de otro. Y alli debemos detenernos y pensar: la diferencia no es buena ni mala. No ofende ni regaña.
Pero comprendo que resulta mas facil repetir el discurso y la queja de nuestro sufrimiento que decir lo que nos pasa y estar abiertos a la devolución. Aún así, lo sencillo tiene su costo. Caer en la repetición del decir estar sufriendo nos encierra en un círculo donde sólo se oye nuestra propia voz. Un círculo donde incluso no se dialoga ni con uno mismo. Sólo es una y otra vez el mismo cuento del porque se la esta pasando tan mal.
Corromper las barreras, enunciar palabras y estar dispuesto a lo inesperado de las palabras del otro, es uno de los actos más saludables.
Porque si uno tan solo se limita en buscar en los demás lo semejante, entonces nada más puede esperar que encontrarse con expectativas rotas.
Tal vez porque no halla nada puramente semejante . Y los demás sólo pueden ser diferentes a uno.
Si uno pretende que el otro sea el espejo puro de sus expectativas entonces nunca se sentirá cercano a nadie. Y quisiera insistir en este punto: la belleza de las personas que nos rodean es que, justamente, no son semejantes a nosotros. Y las palabra que enuncien aquellas personas resultarán sorprendentes y conmovedoras.
Buscar al semejante es buscar el reflejo, es el anhelo de una union narcisista. Narciso de tanto mirarse en el reflejo del agua, cayó y se ahogó.
* humano: no quisiera entrar en definiciones porque las dudas existenciales me azotarian con una ola de angustia. Al decir humano, entonces, sólo me reduzco al termino básico que se maneja en el sentido común de todos.
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