Entropía


El otro día vi un meme que decía "Estabilidad emocional, yo sé que estas ahí y voy a encontrarte" haciendo alusión a una escena de un capítulo de los Simpson. No solo me causo gracia y me sentí identificada, sino que me sentí asombrada por como esa sensación de falta de estabilidad emocional es tan masiva al punto de convertirse en meme. Y no pude evitar pensar: ¿no será que en realidad no hay ninguna estabilidad emocional a la cual aspirar?
Lo estable se presenta como mandato en todas las esferas de vida de une joven promedio. Lo académico, lo laboral, la alimentación, el ejercicio, las relaciones afectivas. Todo debe estar estable, en óptimas condiciones.
Les jóvenes nos encontramos haciendo malabares para poder llevar al día todos nuestros deberes: comer ensalada, aunque sea una vez al día, caminar, o ir al gimnasio; procurar estudiar y ser consecuente con ello, y a la vez poder gozar de momento de ocio con tus más allegados. Por supuesto, también mantener relaciones sexuales lo suficientemente sanas, preferiblemente a través de un chongx o pareja recurrente. Ni hablar que todas estas actividades y/o decisiones esperables son dentro de una rutina donde la mayor cantidad de horas son dedicadas a un trabajo, probablemente no gustoso, del cual dependemos para poder subsistir en la economía de hoy en día.
Nos bombardean con que se deben tener hábitos sanos, ya sea en relación a la salud física, como también a la mental. La salud de repente se encuentra ligada a la estabilidad: permanecer en un estado acorde a lo esperable.
Pero dicha imposición nos enfrenta con una gran contradicción. El remedio es peor que la enfermad, dicen. Pensar lo estable como característica de lo sano corrompe con nuestra realidad, la cual es nada más ni nada menos que caótica.
Suponer que para estar sanos debemos contar con estabilidad, es sumarnos una mochila que nos hunde en un círculo vicioso costa abajo. Vivimos pensando en qué debemos hacer y en ningún momento nos sentamos a pensar en qué necesitamos para estar bien. Porque la respuesta no es única, ni está dada, se construye. Lo que te hace bien es tuyo, es una respuesta que se reactualiza cada día, porque la misma vida cambia, los escenarios se superponen, y el viento sopla en otra dirección.  En ese fluir del tiempo y espacio, en aspectos físicos, psicológicos, sociales y económicos, la estabilidad no tiene tiempo para instalarse y hacerse posible.
Fluir es una palabra que últimamente resuena mucho entre nosotres les jovenes. Y creo que es una forma de respuesta a todo esto. Fluir podría referir, entonces, a aceptar los cambios y poder comprender el proceso que lleva, justamente, aceptarlos. Fluir no es que todo te de igual, o no enojarte, o no angustiarte. Fluir es comprender que pasa, que la angustia esta, que hay miedos, hay hábitos contraproducentes. Y también es comprender que hacemos cosas que están buenísimas, que nos hacen bien, en cuerpo y alma. Las emociones no son estables, jamás lo serán. Reaccionamos con ellas, somos ellas, día tras día, y no podemos, aunque quisiéramos, controlar que cada cosa este en su lugar, para que ninguna emoción rara aparezca de repente. Fluir es eso, que cosas raras pasen, y cosas normales también. Fluir es ver que todo es un caos, que somos una pequeña cosita que es sumamente influenciada por las fuerzas externas que nos rodean. Fluir es entender que dentro nuestro hay más cositas, que a veces germinan y son flores y a veces se mueren y nos dan dolores.

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