el consumo es el opio del pueblo

"No creo que debamos considerar al "Estado moderno" como una entidad que se ha desarrollado por encima de los individuos, ignorando lo que son  y aun incluso su propia existencia, sino, por el contrario, como una estructura muy sofisticada en la que los individuos pueden integrarse con una condición: que su individualidad deba configurarse de una forma nueva, y someterse a un conjunto de patrones muy específicos"
Michel Foucault (1982)

En la actualidad se renombra al capitalismo bajo otros términos que esconden las relaciones de explotación y desigualdad. Dichos términos son, por ejemplo: sociedad, mercado, sistema, realidad, etc. (Percia, 2009) Comúnmente se escucha decir: “es que en este mundo las cosas son de esta manera” o “en el mundo en el que vivimos las cosas que suceden son así”. Pero aquel mundo que se nombra no es nada más ni nada menos que un sistema económico, social y político que gobierna nuestras sociedades. ¿Cómo las gobierna?, al comienzo las sociedades eran disciplinadas: el individuo no dejaba de pasar de un espacio cerrado a otro, cada uno con sus leyes: la familia,  la escuela, el cuartel, la fábrica, el
 Hospital, y eventualmente la prisión. En estos espacios el proyecto era
“concentrar, repartir en el espacio, ordenar en el tiempo, componer en el espacio-tiempo una fuerza productiva cuyo efecto debe ser superior a la suma de las fuerzas elementales” (Deleuze, 1990) 
Ahora bien, en la actualidad son las sociedades de control las que están reemplazando las sociedades disciplinarias (Deleuze, 1990)
Así como la fábrica constituía a los individuos en cuerpos, la empresa “no
cesa de introducir una rivalidad inexplicable como sana emulación, excelente motivación que opone a los individuos entre ellos y atraviesa a cada uno, dividiéndolo en sí mismo (…) Se nos enseña que las empresas tienen un alma, lo cual es sin duda la noticia más terrorífica del mundo. El marketing es ahora el instrumento del control social, y forma la raza impúdica de nuestros amos” (Deleuze, 1990)
Aquí es donde nos detendremos. La empresa como una identidad con alma. Alma que desea, que se mueve hacia una meta. El control que lleva minuciosamente el capitalismo sobre las sociedades genera movimientos subjetivos que terminan yendo –oh coincidencia!- hacia la misma dirección que las aspiraciones empresariales. El alma de la empresa no es más que una forma de intentar crear una cercanía, una simpatía, una familiaridad con las subjetividades. Casi no hay brecha entre lo que el capitalismo anhela, y lo que las subjetividades anhelan.
El capitalismo habla en nuestros deseos, en ellos impone valores y afectos. 
El capitalismo interviene y produce subjetividades, impone ideas de libertad que encubren la explotación. Para comprender esto podemos pensar el ejemplo de la  “independencia económica”. De alguna forma estamos dispuestos a cualquier cosa con tal de adquirir dicha independencia. “No hay nada mejor que tener tu plata”, “si tenes tu plata podes hacer lo que vos quieras”. La plata se transformo en el foco de deseo de muchos (no me atrevería a decir de todos). Estamos dispuestos a ser explotados con tal de sentir que somos “libres” por el hecho de tener un poco de plata. Plata y posibilidad de hacerla circular. Un buen ciudadano es un buen consumidor, un gran trabajador, que paga impuestos y no cuestiona. 
La plata, el trabajo, la dignidad. Metas que no nos pertenecen. Nos son impuestas para que seamos felices en un sistema que nos explota. Nikolas Rose (1996), nos invita a pensar que “se han formulado políticas, preparado maquinarias, establecido burocracias y promovido iniciativas para regular la conducta de los ciudadanos, actuando sobre sus capacidades y predisposiciones mentales. (…) se opera a través de una infiltración delicada y minuciosa de las ambiciones de regulación en el  interior mismo de nuestra existencia y de nuestra experiencia como sujetos"
Nuestras ambiciones son acorde a las ambiciones de los gobiernos, de las empresas. En definitiva: a las ambiciones del capitalismo. 
Deleuze explica que “todo es producción: producciones de producciones, de acciones y de pasiones, producciones de registros, de distribuciones y de anotaciones, producciones de consumos, de voluptuosidades, de angustias y de dolores. De tal modo, todo es producción que los registros son inmediatamente consumidos, consumados, y los consumos directamente reproducidos.” (1972). 
El capitalismo toma de la religión el compendio de ilusiones y  de promesas imaginarias. Dicho de otro modo, se inspira en la función de la religión como teorías generales del mundo, como bálsamos espirituales, como canciones morales, como voces de consuelo para el pueblo. (Percia, 2009) El capitalismo, al igual que la religión en su entonces, en vez de  creencias fantásticas, emplea creencias capitalistas, de consumo, de producción, de economía que abrigan en la intemperie, pero sin no adormecer la protesta necesaria y debilitar las acciones urgentes de los revolucionarios. (Percia, 2009)
La creencia de que nuestras vidas intimas, nuestros sentimientos, deseos y aspiraciones parecen ser esencialmente personales, es sin duda muy engañosa. (Rose, 1996) No hay en verdad un sector privado de la subjetivad donde no esté influenciado por el contexto, por el poder, y por el control.  “Los pensamientos, sentimientos y acciones pueden parecer el tejido mismo que constituye el yo intimo, pero están socialmente organizados y administrados en sus más pequeños detalles” explica Rose (1996)
¿Existirá un punto ciego donde el capitalismo no nos toque, no nos arme,  no nos sugestione? Y si se halla ese punto ciego, ¿se lo podrá entender, observar, comprender, sin intervenir desde nuestra habla capitalista?



Bibliografía
Deleuze, Gilles (1990)  Posdata sobre las sociedades de control.
Deleuze, Gilles y Guattari, Felix (1972). Capítulo 1 Las máquinas deseantes en El Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia. Barral Editores.
Percia, Marcelo (2009). Angustia: afección anticapitalista.
Rose, Nikolas (1996). Inventing our Selves. Cambridge: Cambridge University Press.

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