Las hormonas, el acne y la pulsión

Cuando recuerdo las palabras de Freud, me perdono a mí misma.
Me perdono por herirme en cada palabra que habita en mí mente,
por cada vez que me lastimo la piel.
Freud enseñó que siempre estará en nosotros esa pulsión de destrucción.
Así como Naruto tenia su lado malo en su interior.
Recuerdo muy bien ese capítulo. Su lado malo le decía las peores cosas, con un goze inmanejable. Aún así Naruto pudo sostener su cordura y se abrazó a si mismo. Abrazo a esa parte de él que lo lastimaba sin piedad. Y con delicadeza pero con convicción, su lado malo desapareció.
Quisiera hacer lo mismo. Pero creo que es utopico.
La maldad no dejará nunca de rondar por mí sangre y siempre se volverá en mis manos que desgarran mí piel. Cuánto me odio, pienso, cada vez que explotó mis granitos. Me odio por tener granitos y por todo lo que fui siempre. Me odio por ser inútil, por no ser lo suficientemente puta, por no saber hacer las cosas bien, por todas las veces que cometí errores y lastime a alguien más. Me odio por ser insuficiente. Frustrada y fracasada desde que comencé a conocerme a mí misma. Horrible. Yo y todo lo que puedo emprender. Viviendo de la aprobación de los demás, mendigando amor sin pensar.
Le chupo a la pija a mí novio y me odio por no hacerlo bien, y me odio porque si hubiese visto porno sabría cómo chupar una pija. Se la chupo y pienso en que el debe estar pensando en alguna otra que si se la hubiese chupado correctamente.
Y así estoy. Voy y vengo.
La realidad es que cuando me siento bien también me odio por creerme que soy mejor que ayer.
La realidad es que no puedo soportar ser feliz conmigo misma.

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